Aunque su rostro pasara desapercibido en las salas, su acción ha repercutido enormemente en el Museo del Prado, sobrecogiendo por su generosidad y devoción por la contemplación -que no coleccionismo- de arte. Carmen Sánchez (1929-2016), docente nacida en Madrid en una familia acomodada y socia de la Fundación de Amigos del Prado desde 2003, sorprendió al dejar el grueso de su herencia -más de 700.000 €- al Museo del Prado, bajo la condición de que se empleasen únicamente para la adquisición de obras. Así fue, y la institución cuenta hoy con quince obras más que enriquecen los fondos de distintas épocas.
Según su comisario, Pedro Martínez, se pretendía integrar las piezas de reciente compra en los “vacíos” de la línea cronológica del museo. Destaca por su gran importancia Alegoría de la templanza, de Alonso Berruguete, constituyendo la primera pieza que se obtiene de este relevante autor del siglo XVI.
Otra pieza cuya presencia inicia la entrada de la autora en la colección es San Francisco arrodillado en meditación, de Mariana de la Cueva, la cual se trata de un importante documento en relación a la actividad pictórica de las mujeres en el siglo XVII. Otras de las piezas son: Virgen del Carmen imponiendo el escapulario a San Simón Stock, de Gabriel Antonio Corvoysier; Mujer en el baño, de Diana de Poitiers; La Boloñesa, de María Blanchard; Retrato de caballero, de Adrian Thomasz Key; Autoretrato, de Pedro de Campaña; La estigmatización de San Francisco, de José del Castillo; Giuseppe María Ferdinando Dal Pozzo, de José Aparicio; Sagrada Familia del roble, de Luis Esebi; y por último, Paisaje napolitano, de Mariano Fortuny.
El desinteresado gesto de la docente pone en claro su determinación, autonomía y valores, que según nos recuerda su sobrino Alvar Haro, marcaron su actitud vital.
Arte para Hambrientos.
Texto: Beatriz Igea Sanchez.
Fotos: Museo del Prado/René Magritte.
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